El viernes, al llegar a la residencia universitaria, tras una pequeña siesta de 40 minutos para compensar las dos horas de sueño, tomé el metro hacia el centro de la ciudad con la idea de comprar las entradas para el Mariinsky antes de marchar en coche con mis amigos hacia Kinguisepp.
Varias faltas de cálculo de primera. El metro de San Peterburgo es muy profundo, así que para acceder a los andenes uno debe de tomar unas kilométricas escaleras mecánicas. Kilométricas hasta el punto de que si tienes prisa y quieres bajarlas corriendo, más vale tener un muy buen nivel de fitness. Siempre me ha hecho gracia la atmósfera allí, es casi feérica. Las escaleras bajan a poca velocidad, dándole tiempo a uno para hipnotizarse con las lámparas que ponen luz entre las dos escaleras. A mi, personalmente, me gusta observar a la gente que va por el sentido contrario, jugar a ver cuanto tiempo tardan en descubrir tu mirada y quitártela. Segundo error de cálculo, una vez llegada al centro. La avenida Nevsky es encantadora, pero, ¡ni hablar de cruzarla en 10 minutos!.
Me habían indicado que había una oficina de billetes del Mariinsky en el canal Griboyedova, cerca de la iglesia de Kazan. Sabía que tenía que buscar las dependencias de una estación de tren, pero, una vez llegada allí, ni rastro de Mariinsky.
De vuelta, un poco azorada por el sol (sorprendentemente agresivo), decidí intentarlo en una de las cajas de teatro que abundan en la ciudad, pero esas no se encargan de los tickets de Mariinsky. Por mucho que la vendedora me sugiriera tickets para el Lago de los Cisnes con la compañía de Konstantin Tacklin, decidí salir de allí e intentar probar mi suerte en la oficina de Mariinsky en el Gostiniy Dvor.
Tras, por supuesto, entrar por la otra puerta y tener que preguntar a los guardias de seguridad varias veces, encontré el puestecito, pero me dijeron en un ruso-inglés malhumorado que estaban en 25 minutos de descanso. Así que, decidí abortar la misión y volver a coger el metro al encuentro con mis amigos. Y así partimos hacia la noche en la dacha, que incluyó banya (sauna rusa), malabares con fuego y un baño en el río a las 6 de la mañana.
El domingo, me levanté en San Petersburgo con un desagradable efecto secundario, ¡mosquitos!. Además de las picaduras habituales en piernas y pies, descubrí picaduras en la cara, gracias a la inflamación de mis labios y párpados. Obviamente, no fue un despertar muy agradable, pero el Mariinsky todo lo puede, así que, me di unas pomadas y tome alguna pastilla y , sin maquillaje para no enfurecer más a mi piel, pero con unas grandes gafas de sol partí a la aventura.
He de admitir ser particularmente testaruda, así que no me preocupe por llevarme un mapa porque ya había hecho el camino. Craso error, porque el año pasado también me perdí ligeramente. Así que, cómo era de esperar, tras llegar a la estación de metro Sadovaya tomé una calle distinta a la que debía.
Las siguientes dos horas anduve estúpidamente alrededor de la manzana, sin encontrar el Mariinsky. Las culpables, unas cúpulas azules que confundí con las que vi el año pasado. A pesar de todo, realmente me gusta andar por San Petersburgo.
Cuando por fin lo encontré, entre directa a buscar las pequeñas ventanitas de las taquillas, dentro del primer hall del teatro. Intenté conseguir un descuento con mi carnet de estudiante rusa, pero la taquillera simplemente sacudió la cabeza. Así que, no queriendo ella y queriendo yo tickets, pagué el precio total y me volví a casa. A la vuelta, un chico decidió que la mejor manera de obtener mi atención era obtener mi brazo primero, pero con una mirada malhumorada me lo quité de encima.
Unas horas después volví al Mariinsky, esta vez por el camino recto. Primera visita, la tienda de souvenirs, pero, la verdad es que fue bastante decepcionante. Hay bastantes figuritas de bailarinas, y objetos con ellas pintadas, pero pocas cosas interesantes desde mi punto de vista. En un rinconcito de otro piso encontré dvds, pero ninguno con actuaciones del ballet. Así que, del Mariinsky sólo me llevé un par de postales, un libro en ruso sobre Yuri Soloviev (interesante y trágica figura), y un pequeño libro de fotografías de Nina Alovert que costaba solo 20 rublos.
De camino al asiento, compré el programa, 30 rublos por saber el casting completo de quién bailaría esa noche. Al tomar asiento, la señora mayor de al lado, americana, me preguntó si esa noche bailaría ¡David Hallberg!, asi que tuve que explicar a ella y a sus compañeras que se habían equivocado de ciudad y teatro, pero que al menos si había una chica americana en el cuerpo de baile, Kenaan Kampa.
Este fue el cast que disfruté:
- Nikiya: Viktoria Tereshkina
- Solor: Timur Askerov
- Brahmin: Vladimir Ponomarov
- Gamzatti: Ekaterina Osmolkina
- Fakir: Grigory Popov
- Aya: Elena Bashenova
- Danza Djambe: Viktoria Brileva, Yuliana Chereshkevitch
- Danza de las bayaderas: Elena Schimill, Oksana Matchuk, Svetlana Ivanova , Anastasia Mijeikina
- Grand pas: Victoria Krasnokutskaya, Evgenya Dolmatova, Alisa Sodoleva, Kenam Kampa, Aleksandr Romanshikov, Andrei Soloviev
- Danza India: Maria Adjamova, Islom Baimuradov, Ilia Petrov
- Ídolo de oro: Aleksei Timofeev
- Sombras: Elena Evseeva, Nadezhda Gonchar, Daria Vasnetsova
El telón se abrió con los decorados de Mikhail Shishliannikov (bajo originales de Adolf Kvapp, Konstantin Ivanov, Pyotr Lambin y Orest Allegri. Ambiente exótico cómo el que estamos acostumbrados, naturaleza desbordante y exotismo.
Recibido sin mucho aplauso, el debutante Timur Askerov hizo su aparición como Solor. Pronto cambiaria, y fue muy muy vitoreado durante todo el espectáculo. Este joven solista azerí es uno de los nuevos solistas importados (junto a las chicas de Perm, Skorik y Shirinkina). Lo conocía de nombre pero nunca lo había remarcado particularmente. Fue muy divertido contarle su nombre a la señora americana, y como ella insistia con que sí, que le sonaba de algo el nombre de «As Kirov´´.
El caso, es que, a pesar de algunas habladurias que se pueden leer por Internet, dónde le llaman impostor entre otras cosas, por atreverse a bailar en la casa de Vaganova, Askerov es un solista plenamente capacitado. Alto, moreno y de expresión vivaracha, consigue colocarse un poco por delante en apariencia que los solistas jóvenes principales Skhlyarov , Sergueeyev y Zberev, que parecen beber de la misma fuente de la eterna juventud de Leonid Sarafanov. Si desarrolla más echuras dramáticas, Askerov puede ser un Korsuntseev en el futuro.
Para ser su debut en el rol, Askerov estuvo plenamente adecuado, tanto en su prestación dramática y técnica propia cómo en su relación con sus partenaires Osmolkina y Tereshkina. Tan sólo dos pequeños fallos técnicos, dos veces su rodilla se dobló ligeramente en la pierna de soporte, pero supo controlarse y continuar girando hasta terminar limpiamente las piruetas. Quizá un poco llevado por los bravos del público, Askerov echó el resto en su variación, pero dio alguna muestra de cansancio al terminar el manege de tours en l´air .
Destacar también la prestación de Grigory Popov cómo el Fakir. Este hombre parece estar especializandose en este tipo de roles, variaciones de secundarios bravos.
Dancisticamente, el primer acto fue el más flojo de los tres, con un cuerpo de baile de bayaderas poco inspiradas.
Pero, para salvar ese primer acto, Viktoria Tereshkina demostró cuanto se ha ganado estar donde esta, sin ser ni la más mona ni la que más posibilidades tiene. Una dulzura en los brazos que hacía mucho que no le encontraba y un total control de su trabajo.
Momento de locura, durante el monólogo de Nikiya. Tereshkina eligió en las dos ocasiones quedarse en equilibrio sobre la punta tras esta pose, y desarrollar el developpé a arabesque/penché, sin bajar a plié cómo hacen todas (Paloma Herrera en la foto).
Hace unos años, Ekaterina Osmolkina prometía mucho, pero las lesiones la han hecho quedarse un poco atrás en el reconocimiento fuera de Rusia. Ahora más madura, ha recuperado la forma (limpísima la serie de foettes a la italiana seguida de feotes), y ha ganado en autoridad para los roles de villana.
Entre el cuerpo de baile, buenas las apariciones de Oksana Marchuk y la veterana Svetlana Ivanova. Y un poco dando el cante Kenaan Kampa, que aunque se mezcla bien en el grupo (no en vano, se graduó de Vaganova), llego a equivocarse y retificar sobre a donde tenía que ir tras los saludos.
El ídolo de oro, Aleksei Timofeev estuvo bien, en una variación que, personalmente, nunca me ha parecido nada especial. Decir que, por alguna razón, no hubo variación de Manu (la solista que carga el cuenco de agua, junto a las dos niñas).
Expectacular el cuerpo de baile de las bayaderas en el reino de las sombras, mostrando el aplomo e igualdad por el que el cuerpo de baile del Mariinsky es famoso. Entre las sombras, la mejor Nadezhda Gonchar. A Evseeva le traicionan los nervios, o la técnica, y Vasnetsova, a pesar de su altura, baila siempre con muy poca proyección espacial.
Una cuenta de youtube ha subido videos, así que podeís ver fragmentos del espectáculo en el que estuve:
Y, por último, algo de material de mi puño y pixel. Todo lo que suba aquí en rusia va a tener que ser con el teléfono, porque se ve que no creí oportuno traerme el cable de la cámara.
Un video de los últimos saludos, la última vez que Tereshkina y Askerov fueron llamados a escena por un pequeño grupo de resistentes
Algunas fotitos, de la sala y del foyer principal, en el que se exponían algunos trajes. Entre ellos un tutu de Odile y el tutú de Lopatkina para Diamantes.
Siguiente entrega a partir del domingo, que toca ir al Aleksandrinsky a ver Oneguin, de la compañía de Boris Eifman.
«se ve que no creí oportuno traerme el cable de la cámara»… XDDDDDD
A veces uno toma decisiones extrañas 😛
Fabuloso! Ojalá pudiera estar ahí algún día. Saludos!
interesante y sugestiva versión «Marinkeña», como es habitual.Despistes aparte como nos sucede a todos, lo cuentas muy bien. Que sigas con un buen viaje; por aqui te seguimos con mucho interes…