Existe en San Petersburgo un coreógrafo capaz de hacer clásicos del siglo XXI. Capaz de contar una historia a la vez clásica y moderna y de expresar mediante la danza los claroscuros del alma humana. Su nombre es: Boris Eifman.
Ayer por la noche tuve la suerte de acudir a ver su Onegin en el teatro Aleksandrinsky, Y, cómo las otras veces que he tenido la oportunidad de presenciar alguna de sus obras («La Giselle Roja´´ en Madrid y «Anna Karenina´´ en París), salí sobrecogida del teatro.
Unas notas biográficas.
Boris Eifman nace el 22 de julio de 1946 en la ciudad siberiana de Rubtsovsk, Alta Krai. Se forma entre Moldavia y Leningrado, dónde comenzaría su producción coreográfica en los años 70. Trabaja cómo maestro en la escuela Vaganova y comienza a hacer sus primeras obras coreográficas para el Kirov y el Maly , además de otros teatros soviéticos. En 1977, Eifman forma su compañía, el «Nuevo Ballet´´ , que será en la década de los noventa renombrada «Teatro Ballet Estatal de San Petersburgo de Boris Eifman´´. Hasta la fecha ha coreografiado más de 40 ballets, y tiene aún pendiente de construcción un centro teatral propio.
El estilo de Eifman es buscadamente catártico, con personajes y pasiones al borde del precipicio. Cómo parte de su repertorio habitual, ha trabajado a menudo a partir de la propia literatura rusa, versionando obras cómo «La Gaviota´´, «El Idiota´´, «Los hermanos Karamazov´´, «Anna Karenina´´, o el propio «Onegin´´. Pero también ancla a veces sus ballets a personajes históricos cómo la bailarina Olga Spessitseva («La Giselle Roja´´), la escultora Camille Claudel («Rodin´´) o el compositor Tchaikovsky en el ballet homónimo.
A nivel coreográfico, quizá el sello de la casa sea su espectacular técnica de partneo. Eifman bebe de los duetos de Kenneth Macmillan, para darlos un riesgo de la clase de contact más extrema. Un trabajo que se realiza con la mayor fuidez y naturalidad, sin dar tiempo a hacerse la pregunta habitual cuando uno ve las fotos de sus coreografías, «Pero, ¿Cómo ha llegado hasta allí?´´.
El Onegin de Boris Eifman tiene 3 años de vida, y traslada a los personajes de Pushkin al siglo XXI (a diferencia de la versión de Cranko, a la que ya dediqué un post sobre sus paralelismos con la novela). Esta es la ficha técnica:
-Música: P. Tchaikovsky, А. Sitkovetsky
-Escenografía: Z. Margolin
-Iluminación: G. Filshtinsky
-Vestuario: О. Shaishmelashvili, P. Okunev
-Video-arte: V. Bystro
Junto al programa, cuyos ticks para indicar el elenco de bailarines dan nombre a esta entrada, se distribuían los extractos de la novela que inspiraban cada escena. Aquellos del primer acto están disponibles a través de la web de la compañía, pero prefiero compartir en su lugar, la introducción del propio Eifman a su ballet:
Volviéndome hacia la literatura clásica para inspirar mis ballets, intento usar el arte de la coreografía para expresar la agitación emocional que viene por comunicarse con la sabiduría y poder creativo de nuestros geniales predecesores. La palabra es un instrumento de creación y destrucción, puede generar y también destruir.
El idioma del cuerpo, como la forma más antigua de expresión, lleva unos valores emocionales y espirituales universalmente comprendidos. Volviéndome hacia la fuente literaria, quiero que sea mi objetivo el reflejar que puede interesar a mis contemporáneos y qué se puede expresar mediante el arte de la coreografía. ¿Por qué elegí la novela de Alexander Pushkin, Eugene Onegin? ¿Qué hay en ella que me afecte a mi hoy?
La novela ha sido llamada «una enciclopedia de la vida rusa´´, en la que Pushkin vio y creó un maravillosamente cierto arquetipo del carácter ruso de la época, fabricando una imagen poética del alma rusa, misteriosa, impredecible e increíblemente sensual. Yo uso mi arte para entender los secretos del alma rusa.
Basar un ballet en Eugene Onegin es otro intento más de expresar la espiritualidad interior a través de la danza. Transporté a los personajes de Pushkin a nuevas circunstancias, más dramáticas, quizás extremas, cuando el viejo mundo se está colapsando y la vida dicta nuevas reglas. Necesitaba este experimento para responder la pregunta que me rondaba: ¿Qué es el alma rusa hoy? ¿Ha preservado lo único, su misterio, su atracción? ¿Qué harían hoy los personajes de la novela con sus vidas? ¿Y si la novela fuera solo un reflejo de los tiempos y un signo del destino de muchas generaciones de mis compatriotas?
El arte de la coreografía es incapaz de responder a las preguntas reales sobre cómo construir una sociedad. Pero, participando en la formulación creativa de esas preguntas, análisis, evaluaciones individuales, participamos en el proceso de perfeccionamiento de la sociedad.
La obra comienza con lo que parece una recepción en el viejo mundo. Hombres de smoking impecables y mujeres en traje de noche negro. Tatyana, la más bella de todas, recibe un collar de diamantes. En la siguiente escena, un disco solar, que será la pieza central de la escenografía, nos lleva a 1991, con imágenes de Rusia durante la caída del comunismo. Aparecen por primera vez las guitarras eléctricas de Aleksandr Sitkovetsky de la banda Autograph, y la multitud patea el suelo, alrededor del general (el esposo final de Tatyana), en atuendo militar. Eifman tiende a usar en esta obra al cuerpo de baile de una forma ligeramente siniestra. En gran parte de las escenas, tanto en la discoteca cómo en el entorno «refinado´´ del general, hombres y mujeres caminan con descaro al frente, retando al espectador con la mirada.
Si hay algo que decir de Eifman es la versatilidad de todo lo que hay en escena. Tanto escenografía cómo bailarines cambian de apariencia constantemente. A pesar de que este ballet está bastante fragmentado (con oscuros de escena en escena), las pausas siguen siendo muy pocas.
Sus bailarines necesitan ser incansables, tanto solistas cómo el cuerpo de baile. La mayor parte de ellos entran constantemente en escena, con rápidos cambios de vestuario incluidos.
Y el más incansable de todos es Oleg Gabyshev, que lleva sobre sí el peso dramático de la producción. Mientras que de Tatyana y el general tenemos escenas introductorias para contextualizar los personajes (en el caso del general, un comentario velado de Eifman a la formación de las nuevas fortunas rusas), Onegin simplemente aparece. Un dandy, con cierto aburrimiento de la vida, que, cómo en la novela, nadie especifica muy bien de donde viene.
Gabyshev es simplemente arrollador en este rol, que sin duda es un verdadero test de sus habilidades, encadenando constantemente momentos de bravura técnica cómo dramática y lírica. Es el dandy lleno de ennui, el vampiresco sueño de Tatyana y, finalmente, el héroe romántico que muere de amor. Sí, en esta producción, Eifman llega a «matar´´ a Onegin, pero se trata de un sueño, al igual que otros que aparecen en el ballet.
El «problema´´ de que Eifman tenga un vocabulario coreográfico tan imaginativo, es que una se queda con problemas para describir lo que ha visto. Pero, decir que, en esta obra, sobre todo, Gabyshev surca el aire y la escena de las maneras más inverosímiles.
Los dos antagónicos de Onegin, el general y Lesky, interpretados por Oleg Markov y Dimitry Fisher brillan también. Fisher es el poeta lleno de juventud y carisma, que volverá físicamente cómo fantasma, y Markov es un personaje amenazador, eternamente de negro y con gafas oscuras (en la coreografía hay algunas alusiones a que esté físicamente ciego).
Y, entre las chicas, Lyubov Andreeva (Tatyana) y Natalya Povoroznyuk (Olga), cumplen con creces en sus personajes de las hermanas. Morenas y de físico menudo las dos, Andreeva es bella y de ojos vidriosos, mientras que Povoroznyuk es ligeramente más terrenal.
A continuación, unas fotos del Aleksandrinksy y de mi paseo esa tarde. Decir que era mi primera visita al Aleksandrinsky y la verdad es que me agradó mucho. Una cosa extraña para mi en él, la segunda parte del patio de butacas estaba diseñada en U, pero tuve suerte de sentarme en el vértice, así que no tenía que estar forzadamente de perfil a la escena.
- vaganova
- Letrero en la antigua casa de Yuri Soloviev frente al canal Fontanka
Me encantaría ver alguna de sus obras en vivo. Las he visto en video y me gusta mucho su estilo. Hace un par de meses vino a México y aunque no pude asistir, sé que fue todo un éxito. Un abrazo!!!