Ojeando el libro de Ivor Guest «Gautier on Dance´´ para un trabajo , me he encontrado con unos comentarios del poeta francés sobre los bailarines que me han parecido bastante sorprendentes.
Théophile Gautier fue poeta, dramaturgo, novelista y crítico artístico durante el siglo XIX en Paris. Personalidad base del Romanticismo, le debemos los libretos de ballets cómo «Giselle´´ (1841),«La Péri´´ (1843), «Páquerette´´ (1851), «Gemma ´´(1854),«Sacountala´´ (1858) y indirectamente (a través de un poema suyo) , «El espectro de la Rosa´´ (1911).
Si me han sorprendido estos comentarios es por su dureza y falta de romanticismo. La descripción física de los bailarines es una parte base de la crítica de danza (qué se le va ha hacer, somos un arte visual y nuestro pincel y lienzo es el cuerpo). Además es importante señalar que la mayoría de los que escribían sobre ballet en esa época no tenían una formación dancística (estando la danza entonces bastante separada de la labor intelectual). Así que en escritos cómo los de Gautier o Akim Volinsky unas décadas después (recopilados en el libro «Ballet´s Magic Kingdoom´´), hay un fuerte interés por la descripción física pero bastante poca información coreútica.
Y me sorprende un poco por la mezcla de informaciones que tenemos sobre la imagen de la bailarina clásica. Ahora nos dicen que fue Balanchine, quien inventó en el siglo XX lo de la extrema delgadez en las bailarinas, pero creo que es rebatible que la creación romántica de las zapatillas de puntas y los personajes de espíritus etéreos buscan huir del físico terrenal. Y sin duda la carne nos baja a la tierra.
Además, estamos en una época en la que las bailarinas, a pesar de aparecer en la escena de la Ópera delante de la alta sociedad, no pertenecían a ella en absoluto. Pobreza, analfabetismo y miseria esperaban a las desafortunadas que no conseguían agenciarse un protector rico.
Estos son los comentarios de Gautier:
Saben que vista tan horrible es un bailarín masculino de ballet- una gran criatura torpe con un cuello largo y rojizo hinchado de músculos, una estereotipada sonrisa que es tan inamovible cómo un juez, ojos inexpresivos cómo los ojos de esmalte de los muñecos mecánicos, los gemelos gruesos de un bedel de parroquia, brazos cómo ejes de carros, y los grandes movimientos angulares con codos y pies en los ángulos correctos, los aires de Adonis y Apolo, y los rond de jambe, piruetas y otros gestos de las marionetas mecánicas.
Y las chicas del ballet, ¡que tristes son! . Hay suficiente fealdad, miseria y pobreza de forma para darte pena. Son tan delgadas cómo lagartos que han estado ayunando seis meses, y cuando las inspeccionas sin tus gafas de ópera, sus pechos, que son casi imperceptibles entre el frágil remolino de sus brazos y piernas, las hacen parecer arañas molestadas en sus telarañas y huyendo rápidamente.
No se si han pensado en hacer un estudio especial del cuello y tórax de una chica del ballet. Cuando se ilumina desde abajo, las clavículas forman una proyección transversal fantasmagórica, a la que se unen, cómo las cuerdas en el puente de un violín, cuatro o cinco tendones estirados hasta el punto límite, en los que Paganini hubiera podido fácilmente tocar un concierto. La laringe, con gran prominencia debido a la falta de carne, forma una protuberancia que recuerda al bulto en el cuello de un pavo que parece haberse tragado una nuez entera, y uno busca en vano la ligera subida en la planicie de sus encantos de lo que los poetas en su jerga llaman «las lomas gemelas´´, «las pequeñas montañas nevadas´´, y otras expresiones finas y vagamente anacrónicas. Y las extremidades inferiores, son tan absolutamente desproporcionadas en su espesor que parece que la parte de arriba del cuerpo de una chica tísica se ha cortado y pegado a las piernas de un soldado granadero.
Hombre, en aquella época la gente era más bien regordeta, o al menos ese era el ideal de belleza…los brazos redondeados y los hombros sin huesos eran «lo más»! Probablemente eso lo escribió al principio, antes de enamorarse definitivamente del ballet, o de las bailarinas jeje…
Tengo un libro recopilatorio muy interesante de todos sus artículos publicados en prensa sobre ballets y se puede apreciar en él que era un gran amante del ballet, de las bailarinas. Es cierto que, en general, suele fijarse más en su interpretación, en el físico, que en la técnica,pero se puede leer entre líneas. Es cierto que de los hombres habla menos, pero cuando un bailarín destaca, como Petipa o Mérante, lo deja bien claro.
Por ejemplo, artículo sobre «El Corsario», aprovechando que lo tendremos pronto en Barcelona, que escribe en 1868 (qué moderno es Duato, por cierto, quitando la pantomima, cosa de la que ya se quejaba Gauthier jeje) :
«La señorita Grantzow representó el personaje lleno de gracia de Medora y se puede decir que ella no es inferior al ideal que evoca ese nombre encantador. No es necesario elogiar su danza; sabemos que es ligera, pura y correcta. A este talento de bailarina hay que añadir el de mimo: inteligente, expresivo, patético. Insistimos en ese punto ya que en la actualidad está de moda despreciar la pantomima, ese recitativo del ballet sin el cual éste pierde todo su sentido. ¿Qué diría el inmortal Vigano, autor de «Myrrha», de «Prometeo», del «Castaño de Bénévent», de esos ballets modernos que no son más que una sucesión de pasos sin ton ni son? La Señorita Fioretti interpretó el papel de Gulnara, y le imprimió muy bien su carácter apasionado. Fue muy aplaudida en el paso del parterre de flores. Mérante es un magnifico Conrad y el pirata de fantasía más bello que se puede encontrar. Trelawney, el amigo de Lord Byron, habría estado muy contento. Pero la atracción principal del ballet sigue siendo el barco…No se puede imaginar un cuadro final mejor»
(qué recuerdos del Corsario en Londres,eh?)
(ehhhh, Osipova en la barra americana !!!!!!!!!!!!!!!!qué fuerte jajaja Si la viese Gauthier que diría????)