Una gala siempre es un motivo de celebración (aunque los balletomanos de Madrid no tengamos mucho que celebrar, pero eso es otro cantar), sobre todo cuando el reparto de bailarines acompaña. Así que no hubo razones para no abandonarse al aplauso, por mucho que hoy desde la reseña del País, acusen al público de estar «demasiado predispuesto al aplauso compulsivo´´. El público del Teatro Real no es nunca demasiado afectuoso con la escena, aún menos durante los actos diplomáticos, y ayer quizá los reyes y demás autoridades en el palco principal se llevaran más atención del público que los bailarines.
Y, ¿por qué no aplaudir?, al fin y al cabo durante una gala no hay pausas dramáticas que interrumpir, así que, señores y señoras ¡aplaudan si ven algo que merezca la pena!. Yo misma tengo una regla, aplaudo algo que me guste y/o algo que sé que requiere mucho esfuerzo. Y si uno está confortablemente (o inconfortablemente, según el sitio) sentado en su butaca, mientras en escena los bailarines están poniendo todo su ser en dar un buen espectáculo, es recíproco intentar igualar al menos su empeño con nuestro aplauso.
La noche la abrieron Viktoria Tereshkina (Mariinsky) y Semen Chudin (Bolshoi), con el Tchaikovsky pas de deux de Balanchine, que recoge la música original del paso a dos del cisne negro del «Lago de los Cisnes´´. Tereshkina quizás, es una bailarina para los entendidos, porque no levanta tantas pasiones públicas cómo otras bailarinas rusas actuales, sin tener lar líneas y pies de la Zakharova, el lirismo de Lopatkina o la bravura de Osipova o Alexandrova, ella es capaz de dar el siguiente paso, el de parecer libre en la técnica.
Cuando Sergei Filin llegó cómo director del ballet de Bolshoi, se trajo consigo a Semen Chudin, con él que trabajaba en el Stanislavsky. Chudin, cómo comentaba ayer, tiene unas líneas perfectas, pero aún tiene que intentar ser algo más expresivo.
Semen Chudin en el Dance Open 2011. Fotografía Nikolay Krusser
Tras abandonar entre discusiones el ensayo del domingo, Svetlana Zakharova consiguió que le pusieran más luz para Carmen. Una iluminación en tonos rojos que parecía más adecuada que la oscuridad azul del ensayo. Oscuridad que se mantuvo aceptablemente para el solo añorante de Don José (Yevgeny Ivanchenko, con la habitual camisa horrenda de lunares atada al pecho que llevan los Don Josés de Alberto Alonso, esta vez en rosa con los lunares en rojo).
A continuación Tarantella, de Balanchine, con Elena Yevseeva y Filipp Stepin, en la que fue para mí la pieza más floja de la noche, sobre un telón de fondo veneciano (supongo que a los organizadores, del Dance Open, no se les ocurrió algo más napolitano). La música tampoco ayudó, con, al igual que remarqué durante las anteriores noches de ballet en junio, unos trombones y trompetas de corte salvaje pueblan el foso del Real.
Leyendo las crónicas que habían salido esta mañana, veo que muchos echaron de menos a Lopatkina, que no baila en Madrid desde la última visita del Mariinsky con «El Corsario´´, hará ya 5-6 años. Anastasia Kolegova, su sustituta y también bailarina del Mariinsky hizo lo que pudo para sustituirla. Sin el traje ruso que lleva habitualmente Lopatkina para la Danza Rusa de Gorsky, que supongo que se quedó con ella, Kolegova salió a escena con un tutú blanco, corona de princesa y unas mangas anchas de gasa blanca. Sus movimientos tienen un carácter grácil y agradable, aunque con ese vestuario pudo haber estado bailando una czarda cómo Raymonda.
Kolegova en clase en Mariinsky. Fotografía: http://balletsteppesblog.blogspot.com/
Finalmente, Osipova y Vasiliev, que no estuvieron durante el ensayo, sí que aparecieron. En la «primera parte´´ (porque en realidad no hubo intermedio), bailaron la Serenata de Bigonzetti, con música de Amerigo Ciervo. Se trata de un número de corte contemporáneo, en el que Vasiliev, con ropa de calle, lanza y levanta a Osipova, sobre una música nostálgica italiana. Osipova, descalza y con un vestido marrón simple, destacó más para mí en esta pieza que en Don Quijote.
El paso a dos del Corsario, siempre tan recurrente en las galas, fue un éxito cómo era de esperar. Denis Matvienko impresionó por su arrojo cómo el esclavo Alí, mientras que Anastasia Matvienko lució una técnica controlada y unos grand jetés elegantes en su variación, de esos en los que la pierna de atrás sube rápidamente estirada a 90º grados y la pierna de delante se lanza para superar tímidamente los 180º entre las dos piernas.
Supongo que en sustitución de Perren&Shemiunov del Mikahilovsky (cuya ausencia, por cierto, a diferencia de la de Lopatkina, no fue explicada), Elena Yevseeva (Mariinsky) y Yuri Smekalov (Mariinsky) se encargaron de las Aguas Primaverales de Messerer. Smekalov en alto y fuerte, pero a ella, aunque hizo de tripas corazón y lo salvó durante la actuación, tampoco la ví confiada. De echo, en la elevación final en la que él corre a fuera de escena con ella sujetada con una mano, Smekalov puso otra mano extra en la rodilla de ella:
A continuación «Revelations´´, con Svetlana Zakharova. El solo me había gustado mucho en youtube, pero en directo no llegó tanto, aunque Zakharova estuviera tan bella cómo normalmente (quizá aún insatisfecha cómo el dia anterior).
El siguiente solo, el pequeño «Gopak´´ ucraniano con Denis Medvedev (Bolshoi) también me dejó un poco insatisfecha porque aunque Medvedev lució saltos, después de ver su talento cómico el día anterior, me lo esperaba aún más vibrante.
Kolegova recibió también la Muerte del Cisne de Lopatkina, y hizo lo mejor que pudo, aunque para mí, la Danza Rusa estaba más cercana a su estilo preciosista. Sus brazos, aunque bellos, aún deben de convertirse en alas, y su interpretación, aún interior (y no hay bailarina más interior que la propia Lopatkina), debe llegar a todo el auditorio.
Por último, una pequeña suite de Don Quijote, con principales, solistas y un pequeño cuerpo de baile de seis chicas del Bolshoi. Entre el cuerpo de baile, reconocí en la cantina el dia anterior a Daria Bochkova, una jovencita de rostro aniñado amplia sonrisa a la que comienzan a llegarle algunos papeles de solista, que había visto hace dos veranos en Londres. En las variaciones, Anna Tikhomirova, a la que alabo habitualmente y no pude evitar alabarla en persona y en ruso a la puerta de artistas, y Olga Smirnova, recién graduada de la Academia Vaganova a principios de verano.Y cómo principales, Natalia Osipova e Ivan Vasiliev, en sus roles habituales (en esta gala, a diferencia de la de hace unos días en el Gran Prix del Mikhailovsky, no buscaron la originalidad).
Osipova me encantó cuando debutó con 19 años en la gira londinense del Bolshoi en 2005, pero actualmente me parece que ha perdido un poco de frescura (o no ha mejorado otras cosas). Además, comparando esta segunda vez que la veo bailar Kitri en gala en madrid (la primera se comió a un débil Dimitry Belozagorsky en el homenaje a Plisetskaya) con su Kitri el verano de 2010 en Londres, ella mejora en función completa. De esta pareja de superlativos, el más extraordinario me parece Vasiliev, con un garbo descomunal, a pesar de que el público fue mucho menos vocal a lo que está acostumbrado en el exterior, y unas interpretaciones que con el tiempo añaden más y más de dificultad (de hecho él también debutó en 2005 Basilio, pero la atención internacional le ha llegado después que ha su prometida).
Y para terminar, una coda conjunta en la que vimos repetición de trucos de todos salvo de una Zakharova que prefirió desde el día anterior, cruzar el escenario de crucero elevada en los brazos de Ivanchenko, a cambiarse cómo hizo Kolegova, que volvió a ponerse el tutú blanco y la corona que sacó en su primera aparición.
Y tras esto, al ser desalojado el teatro rápidamente para las autoridades, me dirigí a esperar a la puerta de artistas entre compañeras balletómanas, dónde pudimos comprobar lo accesibles que son la mayoría de los bailarines (pero no Sergei Filin, que se negó a firmar autógrafos con la excusa de no ser bailarín ya, pero permaneció largo rato por ahí a que salieran todos sus chicos). A algunos, pude robar alguna sonrisa al dirigirme a ellos en ruso (parece que las lecciones en el Instituto Pushkin están dando sus frutos).
[…] la gala en sí, ya dejé aquí mis comentarios sobre los ensayos y la función, así que no voy a entrar en detalles dancísticos. Un buen aporte fue el reclutar a Roger Sales, […]